La psicóloga peruana Ana Estrada, quien padecía una enfermedad incurable y fue autorizada en 2022 por la Corte Suprema de Perú a recibir una eutanasia, murió, informó el lunes su abogada.
“El 21 de abril Ana Estrada ejerció su derecho fundamental a una muerte digna y accedió al procedimiento médico de eutanasia”, dijo la letrada Josefina Miró Quesada en un comunicado. Añadió que Estrada, de 47 años, “murió en sus propios términos, conforme a su idea de dignidad y en pleno control de su autonomía”.
“La lucha de Ana por su derecho a una muerte digna ha permitido visibilizar y sensibilizar a miles de peruanos y peruanas sobre la importancia de defender este derecho. Su lucha trascendió las fronteras de nuestro país y ha marcado un hito en la región”, recordó la abogada.
En 2022 por primera vez en la historia de Perú la Corte Suprema autorizó la eutanasia de Estrada. La decisión confirmó una orden de primera instancia que permitió que, de acuerdo con un protocolo, un médico de la seguridad social le quite la vida cuando ella lo deseara y que por ello no sea castigado.
En aquella fecha Estrada escribió en su cuenta de Twitter que había triunfado la justicia. “Ha ganado la vida y el derecho a la autonomía y libertad”.
El derecho a una muerte digna otorgado a Estrada fue impulsado por una demanda de amparo realizada por la Defensoría del Pueblo en representación de la psicóloga. Pero la autorización no abrió la posibilidad de más eutanasias sino que solamente se aplica a Estrada, según el fallo judicial.
En 2022 Estrada participó en una sesión judicial desde su cama en la que explicó que valoraba la vida y no estaba pidiendo morir de inmediato, sino tomar el control de su voluntad, de su autonomía y de sus decisiones. Dijo que su proceso de deterioro no se podía cambiar pero sí el “epílogo” de su vida si la dejaban decidir. “Quiero la facultad de acceder al procedimiento de eutanasia cuando ya no pueda seguir sufriendo en vida y quiera despedirme de mis seres queridos en tranquilidad y en paz”, indicó.
En aquella oportunidad Estrada relató al juez que desde hacía varios años era asistida por una enfermera y “postrada en una cama, conectada a un ventilador” para respirar a través de un orificio en la tráquea en un procedimiento cada vez más “difícil y agotador”.
Estrada sufría una enfermedad incurable llamada polimiositis que había paralizado casi todos sus músculos. Pese a ello estudió y ejerció su profesión hasta que el deterioro la obligó a estar en cama al comprometer sus músculos respiratorios.
En su departamento ubicado en un barrio de clase media de Lima, Estrada escribió un blog titulado “Ana por una muerte digna” donde contaba las razones que la llevaron a tomar esa decisión.
En 2019, Estrada dijo en una entrevista con The Associated Press que le diagnosticaron polimiositis a los 14 años y a los 20 comenzó a usar una silla de ruedas porque se cansaba al caminar y había perdido fuerza en los músculos. Pese a eso se graduó de psicóloga en la Pontificia Universidad Católica de Perú.
Ana comenzó a trabajar como terapeuta, logró atender a varios pacientes, ahorró, se compró el departamento donde vivía y se independizó de sus padres. Tenía una pareja y criaba un gato.
Se le debilitaron por completo los músculos e incluso los que sirven para respirar, una neumonía agravó su estado y pasó un año en cuidados intensivos. En el hospital aprendió que el peor momento era la hora del baño. Las enfermeras conversaban entre ellas, pero ninguna la miraba para saber si sentía dolor.
“Cuando estás hospitalizado, pierdes tu identidad, hay como una degradación del paciente”, dijo.
Lidió con una depresión, pero cuando salió de esa dolencia le quedó claro que debía luchar para alcanzar una muerte digna y eso implicaba modificar el castigo para quien la ayude aquel día escogido para morir.
“Yo no soy la misma de antes”, comentó en aquella entrevista tras una pausa porque se cansaba al hablar y necesitaba que una enfermera cambie una cánula de su tráquea. “No soy libre”, indicó.
Existe otro caso, de fines de marzo de 2024, en que la justicia no autorizó la eutanasia pero sí la desconexión de un ventilador mecánico para “evitar mayor sufrimiento” a otra peruana de 66 años con esclerosis lateral amiotrófica, una enfermedad incurable y degenerativa.
La eutanasia en Perú no está permitida y se castiga con hasta tres años de cárcel a quien ayude a morir a otro que lo solicite.