MOSCÚ — Como máximo diplomático ruso durante la invasión de Ucrania, el ministro de Exteriores, Sergey Lavrov, encarna la desafiante postura del Kremlin con una combinación de dureza y sarcasmo.
Aunque el presidente, Vladimir Putin, dirige sin trabas la política exterior del país, Lavrov transmite el mensaje de Moscú con un estilo directo poco habitual en un diplomático.
Lavrov, de 71 años y que lleva 18 en el cargo, ha visto las relaciones con Occidente pasar de casi cordiales a abiertamente hostiles, y tocar un catastrófico fondo con la guerra de Rusia contra Ucrania.
TIENE 78 AÑOS Y ES EL MINISTRO DE EXTERIORES DE RUSIA
La invasión llevó a la Unión Europea a congelar los activos tanto de Putin como de Lavrov, entre otros, un golpe sin precedentes al orgullo del Kremlin.
El único ministro de Exteriores ruso que ejerció el puesto durante más tiempo fue el ministro soviético Andrei Gromyko, que lo fue durante 28 años. Como Gromyko, que fue apodado Señor Nyet (Señor No), Lavrov se ha convertido en un símbolo de la intransigente política exterior de Moscú ante Occidente.
No se anda con rodeos cuando se trata de defender lo que considera los intereses de Moscú, y ese estilo debe gustar al presidente de Rusia, conocido por su dura retórica.
En 2008, Lavrov respondió a un reproche del entonces secretario británico de Exteriores David Miliband con un “¿quién (maldición) es usted para darme lecciones?”.
Como su jefe, Lavrov ha canalizado la nostalgia generalizada del público por la influencia que ejercía el país en la era soviética.
Ha avivado la hostilidad hacia Estados Unidos, presentado como un país arrogante, engreído, traicionero y decidido a dominar el mundo. Ha menospreciado a los aliados occidentales como secuaces que obedecen las directrices de Washington para frenar a Rusia.
De pie junto a la secretaria británica de Exteriores, Liz Truss, tras su reunión del mes pasado, Lavrov dijo con gesto adusto que su charlas habían sido como “una conversación de sordomudos”.
Tras una larga carrera diplomática, Lavrov se ve visiblemente aburrido con la rutina cotidiana. Cuando comparece ante los medios no se molesta en ocultar su irritación ante preguntas ingenuas o provocadoras y a menudo contesta con condescendencia o directamente burlas.
Cuando un reportero de CNN le preguntó el viernes en una videollamada desde la capital ucraniana si Moscú quería derrocar al gobierno de Ucrania, el asistente que gestionaba la conferencia de prensa interrumpió y dijo que no era su turno de preguntar. El reportero continuó, y Levrov intervino enfadado. “Es grosero. Ahora trabaja en Ucrania. Se ha infectado de grosería”, dijo.
Lavrov tiene una especial aversión a los fotógrafos y se muestra molesto por el ruido de las cámaras.
En una conferencia de prensa, murmuró una maldición en el micrófono, al parecer enojado por el revuelo de periodistas. La expresión se convirtió en un meme, y en una frase muy popular en camisetas para el público patriótico ruso.
En torno a Lavrov han circulado muchas especulaciones sobre que estaba a punto de retirarse. En lugar de eso, se ha convertido en uno de los miembros más veteranos del gobierno de Putin y una figura perenne ante un cambiante paisaje de cancilleres extranjeros.
Antes de convertirse en ministro de Exteriores fue el embajador de Rusia ante Naciones Unidas durante 10 años y le gustaba tener conversaciones informales con periodistas, intercambiando bromas y noticias mientras fumaba en los pasillos de Naciones Unidas.
Escribe poesía, canta canciones a la guitarra con amigos y bromeaba de buen grado con otros diplomáticos en eventos internacionales cuando los lazos de Rusia con Occidente eran menos tensos.
Pero sus sonrisas y cordialidad son algo del pasado ahora que Lavrov ofrece diatribas diarias y enfurecidas contra Occidente en relación con Ucrania, el mayor conflicto en tierra que ha visto Europa desde la II Guerra Mundial.
El martes no pudo volar a Ginebra para asistir a una conferencia de Naciones Unidas después de que miembros de la Unión Europea vetaran los aviones rusos de su espacio aéreo dentro de sus duras sanciones contra Moscú.
Lavrov condenó lo que describió como una medida “escandalosa” en una intervención en video ante la sesión de la ONU. “Los países de la UE intentan evitar un diálogo franco cara a cara o contactos directos diseñados para identificar soluciones políticas a cuestiones internacionales urgentes”, afirmó.
“Occidente claramente ha perdido el autocontrol a la hora de avivar la ira contra Rusia y ha destruido sus propias normas e instituciones, incluido el respeto a la propiedad privada”, dijo Lavrov. “Hay que poner fin a la arrogante filosofía occidental de superioridad, exclusividad y permisividad”.
Sin embargo, diplomáticos occidentales de decenas de países abandonaron la sala en Ginebra cuando Lavrov apareció en la gran pantalla para expresar su indignación hacia Moscú, lo que equivalía a un “nyet” al ministro y a la diplomacia rusa.